Lima. Apuntes históricos, estadísticos, descriptivos y de costumbres

por Manuel Atanasio Fuentes

PRIMERA PARTE

FUNDACIÓN Y DESCRIPCIÓN DE LIMA

Con el nombre de Ciudad de los Reyes, fundó el conquistador Francisco Pizarro, en 18 de enero de 1535, la que hoy es capital
del Perú.

La capital del antiguo virreinato era la ciudad de Jauja, cuyos principales habitantes en unión del ayuntamiento y justicias, representaron a Pizarro lo inaparente de ese lugar para residencia del gobierno.

Pizarro mandó comisionados que reconociesen el valle de Pachacamac, en el asiento del cacique de Lima, y encontrando conveniente, por su proximidad al mar y por otras circunstancias, el terreno bañado por el Rímac se decidió a hacer, en ese lugar, la fundación en la fecha que hemos indicado.

Figura y extensión de Lima: La figura del plano de la ciudad es irregular y se acerca a la de un triángulo cuyo lado mayor o base está apoyado en el río que la divide en dos partes: la una alta y la otra baja, llamada antiguamente el Arrabal de San Lázaro.

El plano tiene de largo dos tercios de legua, y su mayor ancho es de dos quintos de legua.

La extensión primitiva de Lima fue de veintidós cuadras entre oriente y occidente, y catorce de norte a sur. En el día, esa extensión es de 13.343,680 varas castellanas[1] cuadradas; de estas 2.438,000 están ocupadas por huertas y muladares, en la parte alta; 126,150, por plazas y plazuelas: 674,552, por iglesias y conventos; 2.412,320, por huertas, en la parte baja; quedando 7.692,658, para habitaciones. Toda la parte alta está rodeada de sólidas murallas construidas en 1683, sien­do Virrey del Perú, el Duque de la Palata.

Situación geográfica y topográfica.- La ciudad está a los 12° 2’ 51” de latitud austral: 70° 50’ 51” de longitud al meridiano de Cádiz. Esta longitud calculada de otros meridianos es: de la Isla de León 70° 38’ 38” occidental; del observatorio de Greenwich 70° 51’ 30” occidental; de él de París, 70° 20’ 12”.

Su situación es austro-occidental, pues por el oriente y por el norte la abrigan los cerros, quedando abierta a los vientos, al sur y al occidente.

Esos cerros son ramas de la gran cordillera de los Andes cuyo cuerpo pasa N. S. por el O. a veinte leguas de la capital. Las ramas orientales descienden, en degradación, de N. a S. formando valles a sus espaldas. Las del N. acompañan de E. a O. la orilla derecha del Rímac, con más o menos inmediación. Enfrente de la parte alta de Lima revuelven, tocando el principio del arrabal de San Lázaro con la falda de un cerro (San Cristóbal), por cuyo pie entra el Rímac, separando la ciudad en dos partes. Las cimas de los cerros de San Cristóbal y de Amancaes son las más altas de todas esas Sierras: la primera tiene 470 varas castellanas, y la segunda 960, de elevación, sobre el nivel del mar.

Por el O. mira la ciudad al mar Pacífico del que dista dos leguas; por el S. O. se descubre la isla de San Lorenzo, por el S. el Morro Solar o de Chorrillos. Del S. para el E. se van levantando varias colinas de arena que, creciendo gradualmente, van a unirse con las ra­mas de la cordillera.

Calidades de suelo: Varias capas de arena y guijarros se sobreponen al sólido terreno que se descubre a cierta profundidad. Esa estructura, de igual naturaleza a la del fondo de nuestros mares, hace creer que en algún tiempo estaban las aguas dos o tres leguas más adentro de los lugares que hoy bañan. Las conchas que se encuentran al sur y al norte, esparcidas sobre las colinas, y al ser estas formadas de arena y de despojos marítimos, acreditan, con otras muchas señales, que no hace muchos siglos que el mar cubría los cerros de granito, que forman las ramas descendentes de la cordillera.

Estaciones: Puede decirse que en Lima no hay propiamente sino dos estaciones bien marcadas: el invierno y el verano. Aunque el frío y el calor no sean tan intensos como en algunos otros lugares, se hacen sentir con regular fuerza. La primavera principia en los últimos días de septiembre; el estío a últimos de diciembre; el otoño a últimos de marzo y el invierno a fines de junio. Los días caniculares principian el 23 de enero y acaban el 8 de marzo.

Vientos: El viento sur es el dominante en la costa; el norte sopla con interrupción según las horas del día, y las estaciones del año. A la salida del sol corre por lo regular un viento suave de poniente, que vuelve al sur al medio día. El norte que se siente en Lima es N. O. por dirigirse en ese sentido la cadena de cerros de aquella banda: empieza entre una y dos de la mañana y termina de nueve a diez.

El movimiento diurno de los vientos sigue una dirección contraria al del sol.

Lluvias: En Lima no hay las abundantes lluvias que en los pueblos del interior de la sierra y en algunos lugares de Europa. Entre los meses de abril y mayo empiezan las garúas y siguen con más o menos interrupción hasta noviembre. En el resto del año se repiten en las variaciones de la luna.

En el estío suele llover, pero esa lluvia es gruesa y de muy corta duración.

Temblores: Lima está sujeto a fuertes sacudimientos de tierra que la han arruinado en diferentes ocasiones; la estación en que más se repite este fenómeno es entre la primavera y el estío, aunque no sea muy extraño en el otoño. El curso ordinario de los temblores es de N. a S. siguiendo la cadena de cerros. Entre los terremotos que han ocasionado más graves daños a la población, son los principales, los ocurridos en 1630, 1687, 1746, 1806 y 1828. El número medio de temblores, al año, es de ocho.

Calles: La planta y vista de las calles de Lima tienen un agradable aspecto; aféalas, sin embargo, las acequias descubiertas que atraviesan algunas de ellas, la falta de uniformidad en el exterior de los edificios y el sistema de balcones moriscos que introdujeron los españoles. Bien que a las antiguas celosías de madera, que daban a esos balcones el aspecto de jaulas de pájaros, se hayan sustituido bastidores con cristales, la desigual elevación de esas pesadas moles, que sobresalen de las fachadas a lo menos una vara castellana, no contribuyen, sin duda, a la hermosura de las calles.

Pizarro, al trazar la planta de la ciudad, adjudicó terrenos a los primeros fundadores, quienes, por su reducido número, se limitaron a arreglar tres cuadras, siendo la primera la que forma el costado de la catedral conocida con el nombre de Calle de los Judíos[2].

Las actuales cuadras son trescientas cincuenta y seis, sin contar algunas que están ya abiertas, pero aún sin casas ni edificios. Al trazarlas no se tomó la dirección de los cuatro puntos cardinales. Las calles son derechas y tiradas a cordel, y están cortadas por otras trasversales, en ángulos rectos, llamadas manzanas. El largo de las calles varía de 140 a 120 varas; algunas son poco más o menos anchas o largas.

En cada cuadra hay de veinte a treinta puertas pertenecientes a fincas grandes y viviendas o tiendas de accesorios. La regularidad de las calles y la multitud de torres que tiene la capital, hacen muy hermosa su vista desde alguna de las alturas vecinas, bien que la forma de los techos disminuya en algo esa hermosura: la escasez de lluvias no exige la construcción de techos angulares ni el empleo de la teja, así es que son perfectamente planos.

Hasta ahora muy pocos años, cada una de las cuadras de Lima tenía un nombre particular, y curioso debe ser el origen de algunos nombres como los de Borricos, Pericotes, Ya parió, Albaquitas, Patos,[3] etc. En el día, si bien las varias cuadras que están en una misma línea tienen un solo nombre, puede decirse que la Municipalidad no anduvo muy acertada al aprobar el cuadro de nombres. Todos ellos son de capitales de departamentos y de pueblos del interior, y hay muchos que los extranjeros y, sobre todo los ingleses, no pronunciarán nunca por ser palabras de la más pura quichua.

Casas: Las casas de Lima tienen un aspecto de alegría que difícilmente poseen las de otros países. Interiormente ofrecen, en lo general, grandes comodidades; y en cuanto a ornato, aseo y elegancia y aun sin lujo, no se extrañan las habitaciones de los países más adelantados. No puede hacerse igual elogio a las fachadas exteriores; construidas sin sujeción a las reglas de arquitectura, desiguales en elevación, y caprichosamente pintadas, no corresponden al gusto que caracteriza al habitante de Lima.

Las casas son poco elevadas; muchas tienen dos pisos y son muy contadas las de tres, debiéndose al temor que inspiran los temblores de tierra, el que los propietarios no hagan construir más pisos. Sin embargo, ese temor va desapareciendo desde que hábiles arquitectos han adoptado la segura precaución de dar a las fincas la solidez necesaria, empleando el fierro y la piedra.

En el año de 1793, el número total de puertas de Lima era de 8,222, correspondientes a 3,641 casas; en 1857, ese número era de 13,093; en 1860, de 14,002; y en 1865, de 14,209.

En 1860, el número de puertas correspondía: 164 a establecimientos públicos, incluso colegios y hospitales; 3,603, a casas grandes; 2,621 a casas medianas y pequeñas; 471, a callejones de cuartos; 5,742, a tiendas y almacenes; 499 a cocheras; 323, a altillos; 92, a corralones y solares; 318 puertas falsas y 166 puertas tapiadas; este último número disminuye considerablemente cada año, por efecto de las nuevas construcciones.

Postadas: Como ya se ha dicho, toda la parte alta de Lima está rodeada de murallas que tienen doce portadas: la del Callao, San Jacinto, Martinete, Maravillas, Barbones, Cocharcas, Santa Catalina, dos de Guadalupe, Juan Simón y dos de Monserrat. La parte baja, completamente rodeada de cerros, tiene dos entradas; Guía y la Piedra Liza.

Las portadas de mejor aspecto y construcción son las de Callao y Maravillas: por la primera, al salir de la capital, se entra a una espaciosa alameda. La portada y alameda fueron mandadas hacer por el Virrey O’ Higgins en 1797, habiendo dado los fondos para la obra el Consulado de Lima; su costo fue de 343,600 pesos. La fachada era muy hermosa, sobre la puerta del medio, que es la mayor, se colocaron las armas reales con esta leyenda; Imperante Carolo IV; sobre la de la derecha; las armas de Lima y, sobre la de la izquierda; las armas del Consulado. Todos esos escudos y las bases en que descansaban se derribaron, hace algunos años, conservándose por único adorno sobre las puertas una simple cornisa.

Plazas y plazuelas: Treinta y tres plazas hay en Lima y, a excepción de la plaza Mayor, la de la Independencia y la de Siete de Septiembre, las demás están situadas cerca de los templos cuyos nombres tienen.

La única que, por su extensión, merece el nombre de plaza, es la principal o mayor, situada casi en el centro de la ciudad: comprende una fanegada[4] de tierra. Los costados de S. -O. y N. -O. están adornados de columnas y arcos de piedras que forman hermosos portales construidos en 1693, por disposición del Virrey Conde de la Monclova. El portal situado al S. -O. se llama Botoneros, a causa del privilegio que ahora muchos años y hasta muy reciente fecha, se concedió a los pasamaneros para establecer en él sus talleres. El otro portal se conoce con el nombre de Escribanos, porque en los antiguos tiempos tenían estos cuervos sus nidos en ese sitio.

Los almacenes que hacen frente a los arcos ofrecen a la más elegante y caprichosa dama cuanta creación da a luz la moda europea.

Frente al Portal de Escribanos, está la hermosa fachada de la catedral; y frente al de Botoneros, el llamado Palacio de Gobierno.

El Ayuntamiento tiene sus salas y archivos en la parte alta de uno de los extremos del portal de Escribanos.

Ríos: El único que atraviesa la capital, dividién­dola en dos partes, es el Rímac, cuyas aguas aumentan considerablemente en el verano. Su caudal ordinario no basta, sin embargo, para llenar las necesidades de los valles que riega. La dirección de las aguas es de N. – E. a N. – O.

Para facilitar el paso de una a otra parte en que el Rímac divide la ciudad, se construyó en 1554, un puente de madera que, en 1610, se sustituyó con el de piedra que hoy existe, mandado a hacer por el Virrey Marqués de Montes Claros. Tiene el puente quinientos pies geométricos de largo, y está sostenido por seis arcos de ciento noventa pasos de elevación. Toda la obra es de piedra de cantería.

En la parte del puente que mira al sur, se levanta un hermoso arco de 30 codos de elevación; dos torrecillas adornan la parte alta de cada lado, en medio de las cuales se colocó la estatua de Felipe V, que fue derribada por el terremoto que sufrió Lima en 1746. En lugar de la estatua del rey de España, existe hoy la del Tiempo; y en el nicho que antes del terremoto era ocupado por una imagen de la Virgen de Belén, se ha colocado un hermoso reloj de dos caras trasparentes.

Muchas y fuertes eran las inundaciones que sufrían los habitantes de la parte baja de la ciudad, y con el objeto de evitarlas se mandó construir en 1637 sólidos tajamares de cal y piedra, empleándose en esa obra la suma de cincuenta mil pesos.

Aguas potables: Las aguas del río, de las fuentes públicas y de los pozos particulares contienen crecidas cantidades de sales calcáreas y principalmente de sulfato de cal. En general puede decirse que son puras y saludables.

Pilas: Antes de que se estableciera en Lima la empresa para dar agua a las casas por medio de cañerías de fierro, se contaban en toda la ciudad sesenta y una pilas; diez y siete pilas y diez pilones públicos; diez y nueve pilas en conventos y monasterios; seis en hospitales y beateríos; diez y nueve, en colegios y otros establecimientos públicos, contándose además ciento setenta y siete pozos en casas particulares. El número de pilas y pilones situados en las plazas y plazuelas públicas no se ha aumentado, pero el de las de casas particulares y de establecimientos públicos ha crecido considerablemente.

La pila más grande de la capital es la colocada en el centro de la plaza mayor; tiene una mesa de mampostería de tres y medio pies de elevación, sobre el suelo de la plaza, y de quince varas de largo por lado, guarnecida de una grada de piedra de sillería, a la que rodea un acueducto descubierto que recibe los desagües; sobre la mesa está la taza principal de nueve va­ras de diámetro, coronada de ocho leones y otros tantos grifos. En el centro de la taza se levanta un pedestal de diez y ocho pies de altura compuesto de tres cuerpos, sobre el que descansa la segunda taza de tres varas de vuelo y que despide el agua por la boca de unos mascarones. De esta segunda taza se eleva una columna de dos pies de diámetro y dos varas de alto, hermoseada de follajes y labores, con cuatro carterones que sostienen la tercera taza de seis varas y dos tercias de circunferencia; diez serafines lanzan el agua que esa taza recibe. Otra columna de dos varas recibe la taza de follaje que remata con una estatua de la Fama. El material de la pila es de cobre; su altura total es de quince varas y tercia.

En cada ángulo de la mesa, hay un pilón formado en un sócalo y tres medios puntos guarnecidos de molduras.

El costo de la pila fue de 85,000 pesos, y se inauguró el domingo 21 de septiembre de 1578.

Recientemente, la Municipalidad ha hecho formar alrededor de la pila un precioso jardín rodeado de una verja de fierro, y colocar pilones en los cuatro ángulos de la plaza mayor, notablemente embellecida, con un magnífico empedrado, con estatuas y vasos de mármol y asientos de la misma piedra.

Empedrado y enlozado: Él empedrado del centro de las calles es el peor imaginable en su clase; formado de piedras redondas, no ofrece una superficie plana y pareja, sino un piso que no solo es incómodo y molesto para los que andan a pie, sino para las bestias y carruajes. No hay por lo mismo bestia que al cabo de cierto tiempo no sufra o se malogre de los pies, y la conservación de un carruaje es doblemente costosa por las frecuentes descomposturas que ocasiona la desigualdad del piso. Se une a esta circunstancia la de muchas calles que están atravesadas por acequias superficiales y cuyas aguas se desbordan por el menor obstáculo que encuentran en su curso, resultando de esto, frecuentes aniegos que imposibilitan el tránsito, o que, cuando menos, lo hacen bastante molesto.

Para remediar tan notables defectos, se proyectó por el Gobierno renovar el empedrado y formar canales subterráneos profundos y cubiertos, que, dando curso a las aguas que atraviesan la ciudad, pudieran también recibir las aguas caseras por medio de conductos subterráneos. Por vía de ensayo se procedió al empedrado y canalización de una calle, habiéndose empedrado posteriormente dos con adoquines, pero sin construir canales subterráneos.

El antiguo enlozado de las aceras era tan malo como el empedrado; pero desde el año 1847 se principió el actual enlozado, dándose a las aceras un ancho de vara y media, y colocando en ellas piedras de pizarra traídas de Europa. Pocas son las calles que no tienen hoy día un buen enlozado.

Alumbrado: La iluminación de las calles se hace por medio del gas, a consecuencia del privilegio concedido por el Gobierno a una compañía, que debe pro­veer a los particulares que lo exijan.

Población: Los primeros pobladores de Lima fueron setenta: once acompañaron a Pizarro; treinta vinieron poco después de Sangallan, y a estos se reu­nieron veintiocho venidos de Jauja. Los once compa­ñeros del fundador fueron: el tesorero Alonso Riquelme, el veedor García de Salcedo, Nicolás de Rivera (el joven), Nicolás de Rivera (el viejo), Rodrigo Mazuelas, Juan Tello, Rui Diaz, Alonso Martin de D. Benito, Cristóbal Palomino, Cristóbal de Peralta y Antonio de Picado, secretario del Gobierno.

En el día, la población asciende, según los más aproximados datos, a 121,362 habitantes, de los cuales 26,619 son naturales de Lima; 55,992, de los demás pueblos de la República y 38,761 extranjeros.

Como lo hemos dicho, el número primitivo de pobladores, incluso el fundador, fue de setenta; en el año 1820, según consta de los empadronamientos oficiales, la población llegaba a 64,000 habitantes, habiendo au­mentado en doscientos ochenta y cinco años de coloniaje, 63,900 pobladores, y en cuarenta y cinco años de independencia, en 57,362. Este hecho arroja el siguiente movimiento estadístico: que en cada año de coloniaje aumentaba la población en 224  individuos, y en cada año de independencia en 1,274 .

Las tablas de nacimientos y defunciones manifiestan que, por término medio, nacen al año tres mil doscientos individuos, poco más o menos, y mueren cuatro mil. Debe advertirse que en este número de muertos figuran muchas personas transeúntes y de los pueblos vecinos a Lima que acuden a los hospitales.

Del modo como la actual población es compuesta por razón de razas, hablaremos en otro lugar.

Edificios públicos: Los primeros edificios públicos construidos por Pizarro fueron la catedral, el Palacio de Gobierno, el Arzobispal y la Casa municipal. En el día se cuentan:

Palacio de Gobierno: Este edificio contiene: el despacho y habitaciones del presidente de la República, los cinco ministerios o secretarías de Estado, las Corte Suprema de la República y Superior del Departamento, con sus secretarías y archivos; la Dirección General de Hacienda; El Tribunal Mayor de Cuentas; la Tesorería General, el Depósito del Papel Sellado; la Mayoría de Plaza, la Prefectura del Departamento; la Subprefectura de la Provincia; la Imprenta del Estado.

El edificio conserva hoy su forma primitiva que ciertamente dista mucho de ser la que conviene a la casa del Gobierno del Perú. Nos abstenemos de describirlo porque nuestra pluma se resistiría a hacer una triste y desagradable pintura. En las habitaciones del presidente y en los ministerios se han hecho reparaciones y modificaciones que en nada alteran el desagradable aspecto del que debería ser el primer edificio de la capital.

Han ocupado el palacio, desde 1535 hasta 1821, tres gobernadores, siendo el primero el conquistador Francisco Pizarro, y cuarenta y dos virreyes de los que fue el último D. José de Lacerna que capituló en 1824 con el ejército republicano vencedor en Ayacucho.

Desde 1821 a 1865, han residido en Palacio cincuenta y tres jefes del Estado con varias denominaciones, sin contar cinco consejos de Gobierno. El primer jefe de la República que, con el título de Protector del Perú, ejerció la dictadura, fue el general don José San Martin. De los cincuenta y tres jefes del Estado, solo seis presidentes han debido su nombramiento a elecciones populares.

El palacio arzarzobispal:  que contiene las habitaciones del arzobispo y las oficinas y archivos de la curia eclesiástica. Este edificio contiguo a la catedral no tiene tampoco nada de notable.

Han residido en él, desde 1543 hasta la fecha, veintidós arzobispos, siendo el primero el Dr. D. F. Gerónimo de Loaiza, que en ese año tomó posesión del obispado de Lima, y del palio de arzobispo en 1548; y el último el Sr. D. José Sebastián de Goyeneche, decano de todos los obispos católicos que existen hoy en
el mundo.

Sesenta y siete templos de los cuales uno es la catedral, cinco parroquias, dos vice parroquias, seis que corresponden a los conventos de las comunidades existentes, dos a congregaciones de clérigos regulares, trece a los monasterios existentes, cuatro a beaterios, seis a capillas públicas de regulares, trece iglesias y capillas públicas, cuatro a casas de ejercicios espirituales, uno a religiones hospitalarias y diez a conventos supresos.

El Cabildo que tiene salas para sesiones, su secretaría y archivos.

La Casa de Moneda, con todas las oficinas y talleres necesarios para la amonedación. El Tribunal de Minería se reúne en un departamento de esa casa.

La Universidad que tiene salones para actuaciones literarias; en una sala de este edificio, se reúne el Ilustre Colegio de abogados, y en su capilla funciona la Cámara de Diputados.

Una Cámara de Senadores.

La Biblioteca Nacional en parte de cuyos salones está el Museo de antigüedades y de Historia Natural.

Ocho colegios nacionales, uno para el estudio de la Jurisprudencia, un Seminario Conciliar, uno para el estudio de la Medicina y ciencias accesorias, uno para los ramos de instrucción media, una Escuela Normal, un Instituto Naval militar, un Colegio de Obstetricia y una Escuela de Artes y oficios.

Un hospicio de Huérfanos lactantes.

Un colegio de Huérfanas.

Un depósito para enjuiciados.

Una penitenciaria.

Un matadero general.

Cinco hospitales. Uno para hombres, otro para mujeres, otro para militares, dos para enfermos de males incurables.

Un hospicio para locos de ambos sexos.

Un cementerio general[5].

Un hospicio para viudas pobres de comerciantes.

Un consulado o tribunal de comercio.

La Administración General de Correos y la Dirección de Beneficencia, no tienen edificios propios.

Como lugares de diversión tiene Lima:

Un teatro (de la Municipalidad).

Un circo para peleas de gallos (propiedad particu­lar).

Un Circo para lidias de toros (de la Beneficencia)

[1]       Sistema de medición equivalente a 0,835905 m utilizado en la Península Ibérica hasta el siglo XIX.
[2]       Actual cuadra 2 de jirón Huallaga. Según Bernabé Cobo, cronista de Lima, se le llamaba así porque en el lado de la Catedral de Lima que da a esta calle había una pintura sobre el suplicio de los judíos. Además, existe la versión de que, en la puerta lateral de la Catedral, que daba a esta calle, se ponían tablillas con los nombres de los judíos condenados o acusados de herejía por la inquisición. (http://blog.pucp.edu.pe/blog/juanluisorrego/2010/10/21/los-nombres-de-las-calles-de-lima-3/)
[3]       Algunas calles de Lima antigua. Por ejemplo, Ya parió es la actual cuadra 3 de jirón Cañete; Pericotes es la actual cuadra 2 de jirón Angaraes. http://www.limalaunica.pe/2018/10/tres-calles-del-jiron-canete.html
[4]       Unidad de medida española que varía según las distintas regiones.
[5]       Se refiere al Cementerio Presbítero Maestro, inaugurado el 31 de mayo de1808; pertenece a la Beneficencia de Lima.

Autor: Manuel Atanasio Fuentes
Género: Crónica
Subgénero: Histórico
Tamaño: 14.8 x 21
Páginas: 224
Papel: Avena 80 gr.
ISBN: 978-612-48977-1-9
Sello: Caliope

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